viernes, 12 de noviembre de 2010

Caminando solito


En ocasiones, pienso en si me estoy convirtiendo en un misántropo. Cada vez se me hace más complicado mantener una conversación con alguien, siempre estoy con ganas de escapar de reuniones en las que haya más de cinco personas y muchas veces me encuentro con la impresión de no ser capaz de empatizar con la mayoría de personas que se cruzan en mi camino, de tomarme la existencia de una manera tan diferente a los que me rodean que prefiero guardar silencio, antes que enfrascarme en explicaciones inútiles que sólo conducen a la confusión y a las miradas perplejas. Además, como si de una coraza se tratase, me he ido envenenando con una pátina de cinismo y de ironía que me impide tomarme las cosas demasiado en serio, porque en el fondo, nada de lo que nos sucede es tan serio como para preocuparnos por ello más de lo necesario.

Cuando pienso en todo esto, siempre me viene a la cabeza la imagen de un hormiguero. Como si fuésemos laboriosas hormiguitas, nos dedicamos a nuestros quehaceres, nos ocupamos de nuestras pequeñas preocupaciones, amamos, sufrimos, comemos; dormimos trabajamos, follamos. Es una rueda inacabable, que se ha repetido a lo largo de los siglos y se seguirá repitiendo una vez que el mundo pierda memoria de nuestra estancia en él. Y tan frágiles como hormigas, tan obcecados como ellas en nuestras minúsculas cosas, terminamos por interesarnos en poco más que en lo que nos concierne, que sólo en aquello que nos afecta de manera directa a nosotros y a aquellos pocos que nos queremos.
Tengo un amigo (siempre acabamos achacando a ese amigo que tenemos todos pensamientos que nos pertenecen) que me dice que sus relaciones sociales se limitan a un puñado de personas, que incluyen su familia más cercana, su novia y un par de amigos. A veces pienso que eso es no es bueno, que necesitamos a los demás para completarnos como seres humanos, que cuanta más gente conozcas más vas a crecer como persona, pero también recuerdo ese cansancio cada vez más profundo que me provocan las relaciones con los demás y me digo que quizás sea mejor así. Quizás, al final, lo que se busca es un puñado de personas con las que te guste estar, a la que no te importe confesarle lo que pasa por tu azotea y por tu corazón y que te hagan exclamar "hey, pues no está esto tan mal". O como cantaba Neil Young, en el maravilloso "On The Beach": "Necesito a una multitud de gente, pero no puedo enfrentarme a ellos cada día".
De momento, camino solito, cruzándome con gente de toda clase de raleas. Espero tener, al menos, la capacidad de saber quedarme con los que merecen la pena.   

2 comentarios:

  1. El amor y la libertad que decía el sabio napolitano Gennaro Bellavista. La eterna dicotomía.

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  2. "Sólo los tontos tienen

    muchas amistades. El mayor número

    de amigos marca el grado máximo

    en el dinamómetro de la estupidez."

    (Pío Baroja)

    La "multitud" puedes encontrarla en la diversidad de un grupo reducido de personas.

    Me ha gustado mucho lo que he leído, me he sentido bastante... a gusto. :)

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