lunes, 14 de junio de 2010

La arma más poderosa del mundo


El pasado sábado, junto con un amigo y al abrigo de un carajillo de ron con efecto retardado, me encontré en Valencia, en un bar regentado por una mujer que por su físico parecía de Europa del Este, viendo a través de una televisión de plasma un partido de este Mundial de Fútbol recién estrenado, que se disputa en Sudáfrica, en el que las selecciones en liza eran Argentina y Nigeria y, entre quienes estábamos viendo este magno acontecimiento, había españoles, argentinos, españoles descendientes de argentinos y algún que otro indefinido, en lo que se refiere a nacionalidad, que también seguía con interés este encuentro.


Ayer, mediante esa ventana al mundo que se da en llamar Facebook, en la que en siempre se gasta más tiempo que el que se debería gastar tomando una buena cerveza fría con esos mismos colegas con los que hablas a través de esta red social, me vi en medio de varios debates sobre quien ha sido el mejor equipo de los que han jugado hasta ahora en este torneo, entrando a comentar si Inglaterra o Argentina habían decepcionado o si la Manschafft, con Marko Marin y Ozil, podía aspirar a todo.
Y para rematarlo, en la madrugada de hoy, en la que el sueño no venía a forzarme a acostarme en mi cama y mi mente, vagabunda y curiosa, se metía por toda clase de páginas webs (sí, por todas) me encontré, en el sitio electrónico de El País con un artículo sobre el escritor uruguayo Eduardo Galeano en el que este maestro de las letras decía que, en su casa, se cuelga un cartel de "Cerrado por fútbol" desde el día en que comienza el campeonato hasta que se ha decidido quién es el campeón.
Es una arma poderosa el fútbol. Un deporte que, al fin y al cabo, se resume en que once tíos contra otros once tíos, en pantalón corto, le peguen patadas a un balón, pero que es capaz de generar debates, de alimentar ilusiones, de hacer cambiar las costumbres de las personas por ver un partido, por seguir un torneo. Todavía no he decidido si es una arma "de destrucción masiva" para atontar a la población o una arma que, bien utilizada, puede ser positiva para mejorar un poco este loco mundo. Porque, por una parte, es utilizada para olvidarnos de los problemas reales, del paro creciente, de las dificultades para llegar a fin de mes, de las injusticias que, cada día, suceden a nuestro alrededor. Hay veces que parece que, porque gane nuestra selección, todo eso no existe, todo eso se olvida. Pero, por otra parte, es una manera de conocer otros países, de saber más de otras culturas (todo lo que se ha podido aprender estos días de Sudáfrica, me juego lo que se quiera que no se hubiese aprendido si no hubiese albergado un acontecimiento de estas características). Es una forma de, aunque sea en el envoltorio de una tertulia de bar con una cerveza en la mano, se fomente el debate; de que se viva una emoción que se puede compartir con gente del otro confín del mundo, ya sea de Corea del Norte o de Paraguay.  Eso, en la mayoría de las ocasiones, no lo logra ni la ONU.
Personalmente, como cada cuatro años, seguiré el Mundial con interés, como si fuese a conseguir algo a cambio del tiempo y las palabras que gasto en ver y analizar lo que hacen esos señores cuyo mayor empeño en marcar un gol en la portería contraria. No sé si es una manera de que me laven el cerebro (un poco más) de lo que ya lo hacen de manera habitual o si es una arma más poderosa que cualquier otra que, si se usase bien, podría ayudar a que nos entendiésemos todos mejor. De cualquier modo, esta tarde, a partir de las ocho y media, no me molestéis que juega Italia.  

Ilustración: Ateza

No hay comentarios:

Publicar un comentario