martes, 6 de julio de 2010

Y salimos en busca de América (Microrrelatos sonoros II)



Y a través de la ventanilla del autobús veíamos apresurarse a los coches en su viaje a ninguna parte. Michigan me parecía ya un sueño y la silueta de Minneapolis se recortaba bajo la amarillenta luna llena. "Kathy", le dije, "seamos amantes y juntemos nuestras fortunas". Ella se rió y me pidió otro cigarrillo.



- Creo que queda uno en mi chaqueta. - le contesté.
- No, nos fumamos el último hace una hora.

Y le pregunté si nos quedaba dinero y ella me sonrió con tristeza, antes de decirme que no.

- Ya conseguiremos algo en St. Paul. No te preocupes; Sonny nos dejará unos dólares.

Por un momento deseé regresar, volver a Conneticut y decirle a mi padre que tenía razón, que yo me había equivocado. Pero sólo fue un momento. No podía darme por vencido con tanta facilidad; aún no era el momento de aceptar que habíamos sido derrotados.

- Kathy, estoy perdido. -le dije una hora después, pero sabía que ella estaba durmiendo. - Estoy vacío y dolorido y no sé por qué.

Mientras, el autobús seguía devorando los kilómetros de la carretera infinita que nos había hechizado, las luces de St. Paul nos recibían como una interrogación ante la que yo debía encontrar una respuesta y todavía me preguntaba dónde se escondía América.

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